Las aventuras de Juan José Vanguardia, el chico anti-kitsch

Yo lo conocí con ese nombre. Juan José Vanguardia. Me quedó más que claro que ese no era su nombre, lo que se dice su nombre, el que le tocó, pero quién era yo para andar con legalidades y burocracias. Cuestión que Juan José, Jota Jota para los amigos, fue al club con la idea de cambiar un poco las cosas. Él tenía una fuerte convicción anti-kitsch, que le vino despues de leer La insoportable levedad del ser. Hasta donde yo tengo entendido despues de leer ese libro se la pasó cagando donde se le daba la gana, pero se limitó a hacerlo dentro de su casa.
Esto era hasta donde había escuchado. Pero parece que un día Juan José Vanguardia se le ocurrió salir a combatir el kitsch en los lugares públicos. Siempre había estado orgulloso de que borracho a la noche iba meando cuanta garita, puerta pared, cuanto puesto de diarios se le cruzara por el camino. Pero esta vez estaba decidido a hacerlo a la luz del día.
Entonces JotaJota fue al club paquete del que era socio (él era vanguardista, pero con su billete. ¡Por favor!). Entró al lugar, y fue derechito al salón de comidas. Las mesas redondas para cinco comensales, manteles blancos, servilletas en abanico, las copas de cristal destellando y los cubiertos que parecían espejos. La gente muy paqueta, las señoras recién venidas de la peluquería, con los collares y los aros de perlas blancas, y los señores con chombas o camisas y gestos bien refinados.
Y ahí, en el medio del salón, rodeado de todas esas personas tan lindas se desabrochó el cinturón, se bajó el calsón y el pantalón a la vez y se puso a hacer fuerza. Empezaron los gritos de las señoras y los señores que decían alarmados "¡infamia! ¡infamia!". Antes de que caíga el más chico pedazo de mierda de una patada en el culo de JotaJota Vanguardia, ese culo blanco, virgen de zunga y veranos en brasil, de una patada en el culo el guardia de la entrada lo sacó del lugar. No me decido todavía si puedo decir que lo sacaron cagando, o no.
No tuvo mucho éxito esta incursión de nuestro héroe, que el único lugar del club donde logró dejar su marca anti-kitsch fue la bota del guardia que se le hundió por el recto mientras el estaba de cunclillas haciendo fuerza en el salón.