Yo, universalmente particular (que no es lo mismo que particularmente universal) digo que:

La tristeza perdió legitimidad como expresión. Decir "estoy mal", "me siento triste" o similares, sin sentirse berreta, sin sentir que uno no vale ni dos mangos es difícil, diría imposible. Y sobre todo es en los momentos malos donde sentirse mal, estar triste se siente como vivir dentro de un lugar común. Uno se siente dentro de la peor de las comedias románticas, y no sólo eso, sino que el malo de la película. No es que alguien te acuse, sino que las estrellas están en tu contra, por ponerlo de alguna manera. No es que alguien te acuse, pero todo lo malo que le pasa al resto parece ser tu culpa. Uno parece mufa, pero que a todos les da vergüenza decirlo. Y para peor no sólo te sentís un cliché, no sólo te sentís patético, deslegitimado, sin derecho a expresar como te sentís (porque no hay lugar en la fiesta para trapos de piso, muy poco chic) sino que te sentís culpable de sentirte como te sentís.
Me imagino que uno es culpable de ser un trapo de piso en la fiesta donde no hay lugar para trapos de piso, y sobre todo culpable de sentirse culpable. Culpable de pedir permiso, culpable de contemplar la posibilidad de estar equivocado, culpable de querer arrepentirse de todo lo dicho, de querer llegar al otro. Cada día estoy más convencido de lo siguiente: hoy, uno es culpable por sentirse culpable. y la pena es el ostracismo, el olvido, el "tepasantodosporarriba" y que lo peor es que los que no te pasan por arriba te hechan la culpa de permitir el atropello. No estoy haciendo una apología del derrotismo, simplemente verbalizando la preocupación de que nos fuimos para el otro lado (y esto es cierto en tantos casos).
Supongo que es por eso que estudio idiomas, para encontrar palabras que no las sienta tan gastadas. Pero sé que son sólo aspirinas, que se van a gastar como mis dedos en la máquina de escribir, como las letras del teclado, como mis zapatillas que uso siempre todos los días las mismas (no es redundancia estoy enfatizando). Supongo entonces ahí recide mi necesidad de un autor como Roberto Bolaño, un autor donde los lugares comunes están exacerbados, donde se le da un golpe de gracia a las figuras retóricas gastadas (diría esta figura retórica en francés, pero es mas lugar común todavía -quizás debería, coup de grâce, mucho mejor), al lenguaje que ya no dice nada, que está hueco, o al que dice tantas cosas que hasta dice lo que no se quiere decir. En fin, de esos autores que le dan una sacudida al lenguaje y a nuestro imaginario colectivo. Un verdadero signo en el sentido peirciano, un algo que vuelve eficientes relaciones ineficientes.
Y todo esto para poder decir "estoy triste", "te amo", "me arrepiento de todo lo que dije", "te extraño" o "pasame la sal" y que sea no sólo propio, sino verdadero y que entonces, y sólo entonces, haya verdadera comunicación.
Atentamente
El Personaje Universal.