Sentado sobre un caballete con un palo en la mano, Miguelito enfrenta un molino de viento de aspas cortas y caños que alguna vez fueron plateados. No hay Dulcinea, no hay Sancho. La sequía tampoco dejó agua en las napas para que el molino sirva de algo. En el medio de la pampa interminable Miguelito sentado sobre el caballete frente al molino raquítico. No hay lugar para monstruos, ni damicelas, ni compañeros, ni heroes.