La muerte es un automóvil con dos o tres amigos lejanos.
Rostros
que no puedo olvidar: cerúleos, fríos, a un paso tan sólo del
atardecer.
La muerte es un automóvil en marcha por las avenidas de
Ciudad de México
buscando inútilmente tu casa: una estela de carbón, una cola de
carbón, unos dedos de carbón que se hunden en la oscuridad.
La muerte
son los labios de R. B. y L. J. en el asiento posterior de un
pesero: ahora sé
que de esas avenidas no escapa nadie. Te lo dejo como prenda:
el final de mi infancia.

Roberto Bolaño