-¿No cree que si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta otro sería su parecer acerca de sus libros?
-No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y del ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio.
-¿Qué cosas lo aburren?
-El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado.
–¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria?
–Yo nunca llevo la contraria.
–¿Ha vertido alguna lágrima por las numerosas críticas que recibe por parte de sus enemigos?
–Muchísimas. Cada vez que leo que alguien habla mal de mi me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y le pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises, por qué yo, por qué yo que ningún mal les he hecho.
-¿Qué cosas lo hacen reír a mandíbula batiente?
–Las desgracias propias y ajenas.
-¿Qué cosas lo hacen llorar?
–Lo mismo: las desgracias propias y ajenas.
-No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y del ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio.
-¿Qué cosas lo aburren?
-El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado.
–¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria?
–Yo nunca llevo la contraria.
–¿Ha vertido alguna lágrima por las numerosas críticas que recibe por parte de sus enemigos?
–Muchísimas. Cada vez que leo que alguien habla mal de mi me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y le pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises, por qué yo, por qué yo que ningún mal les he hecho.
-¿Qué cosas lo hacen reír a mandíbula batiente?
–Las desgracias propias y ajenas.
-¿Qué cosas lo hacen llorar?
–Lo mismo: las desgracias propias y ajenas.